América Latina -
Desigual y subalimentada
Argentina es uno de los tres países de
América latina y el Caribe, junto a Bolivia y Venezuela, donde desde 2014
aumentó el número de personas subalimentadas, dice el documento elaborado por
Naciones Unidas
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Por: Elena Llorente, Página/12
Créditos da
foto: La imagen de una familia de migrantes venezolanos en Perú (AFP)
Argentina es uno de los tres países de América Latina y el Caribe, junto
a Bolivia y Venezuela, donde desde 2014 ha aumentado el número de personas
subalimentadas, dijo el informe “Panorama de la Seguridad Alimentaria y
Nutricional 2018” difundido esta semana y elaborado por distintos organismos de
Naciones Unidas, entre ellos FAO (Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimenración), OPS (Organización Panamericana de la Salud),
UNICEF (Fondo de Naciones Unidas para la Infancia) y PMA (Programa Mundial de
Alimentos).
Por “personas subalimentadas” se entiende aquellas que no cuentan con
alimentos suficientes para satisfacer sus necesidades y llevar una vida sana.
Según el informe, el hambre afecta a 39,3 millones de latinoamericanos, el 6,1% de la población. Pero entre 2015 y 2016 el número de personas subalimentadas creció en 200.000 personas y entre 2016 y 2017 en 400.000 personas. Entre ellos hay 5 millones de niños que padecen desnutrición. Si se habla de pobreza extrema –que se determina a partir del costo de la canasta básica de alimentos y quien no puede pagar ese costo es considerado pobre extremo–.en América Latina hay 62 millones de personas en esa condición.
Según el informe, el hambre afecta a 39,3 millones de latinoamericanos, el 6,1% de la población. Pero entre 2015 y 2016 el número de personas subalimentadas creció en 200.000 personas y entre 2016 y 2017 en 400.000 personas. Entre ellos hay 5 millones de niños que padecen desnutrición. Si se habla de pobreza extrema –que se determina a partir del costo de la canasta básica de alimentos y quien no puede pagar ese costo es considerado pobre extremo–.en América Latina hay 62 millones de personas en esa condición.
Las desigualdades económicas “agravan el hambre, la desnutrición y la
obesidad en América Latina y el Caribe”, subrayó el texto.
Respecto de la Argentina las cifras publicadas indicaron que en
2014-2016 sufrían inseguridad alimentaria en el país 1,6 millones de personas
(el 3,6% de la población) mientras que en 2017 esa cifra aumentó a 1,7 millones
de personas (el 3,8% de la población). También Bolivia aumentó el número de
subalimentados pasando de 2,1 millones (19,6% de la población) a 2,2 millones
(19,8%).
Los casos más graves de la región, sin embargo, son considerados Haití,
con 5 millones de subalimentados (el 45,8% de la población) y Venezuela, donde
hay 3,7 millones de subalimentados que representan el 11,7% de la
población.
El informe no sólo abordó el tema tradicional del hambre y la desnutrición sino también problemas como la obesidad que es una enfermedad creciente en toda la región, sobre todo entre mujeres y niños. “Cada año se suman 3,6 millones de personas obesas en la región”, especificó el informe, aclarando que “el hambre, la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad afectan más que nada a las personas de menores ingresos, a las mujeres, a los indígenas, a los afrodescendientes y a las familias rurales de América Latina y el Caribe”.
El informe no sólo abordó el tema tradicional del hambre y la desnutrición sino también problemas como la obesidad que es una enfermedad creciente en toda la región, sobre todo entre mujeres y niños. “Cada año se suman 3,6 millones de personas obesas en la región”, especificó el informe, aclarando que “el hambre, la desnutrición, la carencia de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad afectan más que nada a las personas de menores ingresos, a las mujeres, a los indígenas, a los afrodescendientes y a las familias rurales de América Latina y el Caribe”.
La obesidad se ha convertido en la mayor amenaza nutricional para
América Latina y el Caribe. Uno de cada cuatro adultos es obeso mientras el
sobrepeso afecta a 3,9 millones de niños menores de 5 años.
Pero estos problemas tienen a su vez que ver marcadamente con la edad y
con el sexo además del nivel socioeconómico al que se pertenezca.
“En diez países de América Latina y el Caribe, el 20 por ciento de los
niños y niñas más pobres sufren tres veces más la desnutrición crónica que el
20 por ciento más rico”, dijo el informe. Y respecto de las diferencias de
sexo aclaró que “el 8,4 por ciento de las mujeres viven en inseguridad
alimentaria severa, en comparación con el 6,9 por ciento de los hombres”.
Se trata de 19 millones de mujeres contra 15 millones de hombres. Para
las mujeres esto significa que a menudo se ven afectadas, entre otras cosas,
por anemia (falta de hierro) y por todos los problemas que esto
significa para ella y el bebé si además están embarazadas. La desnutrición
crónica infantil, pero no sólo eso, es mayor además entre las poblaciones
indígenas y campesinas, precisó el documento.
El hambre, la subalimentación, la desnutrición, el retraso en el
crecimiento, la obesidad, no tienen como única explicación la falta de dinero
de parte de las familias. Sin duda, la pobreza, las crisis económicas, los
conflictos, la desocupación no ayudan a las familias a mantener el mínimo
ingreso y el mínimo de alimentos.
Pero a eso hay que agregarle otros factores como los desastres naturales
que afectan a América Latina, como huracanes, terremotos, tormentas furiosas,
sequías entre otros. Esos fenómenos alteran la economía, la producción
agrícola, la vida de las personas y son en parte la explicación de los miles de
migrantes que en estos días están caminado desde América Central por México y
hacia Estados Unidos.
También intervienen en la subalimentación o mala alimentación los
problemas políticos internos, las disputas entre los ricos productores y
distribuidores y los gobiernos, como es el caso de Venezuela, donde escasean
los alimentos.
Influyen asimismo los procesos de urbanización en los distintos países,
a menudo no planificados suficientemente, que suponen el desplazamiento de
las personas y de las familias, que producen cambios importantes dentro del
grupo familiar, sobre todo si ambos padres trabajan.
El excesivo tiempo ocupado de los padres lleva a menudo a una mala
selección de los alimentos, prefiriendo los alimentos ya procesados, porque son
más cómodos, a veces hasta más baratos, pero que contienen un alto nivel de
grasas y de agregados malos para la salud. Y los niños y adultos, influenciados
por otra parte por la propaganda de ciertas marcas que se difunden por
televisión o en Internet, no aprenden a hacer una correcta selección de los
alimentos y favorecen la obesidad y las enfermedades.
Según el documento, los niños tendrán “un estado nutricional óptimo si
pueden acceder a una alimentación variada y nutritiva, a prácticas adecuadas de
atención materno infantil, a servicios de salud y a un entorno saludable que
incluya agua potable y buenas prácticas de higiene”.
Por eso los cuatro organismos que elaboraron el documento, FAO, OPS,
UNICEF y PMA, “llaman a los países a aplicar políticas públicas que combatan la
desigualdad y promuevan sistemas alimentarios saludables y sostenibles”.
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